Una carta recibida un día de elecciones en La
Coruña, sugirióme la idea de hacer un artículo en el periódico El Noroeste, artículo que copiado a la
letra dice así:
Candidatos: recibo una carta que viene de
perilla para el día de hoy. ¿Qué menos habéis de hacer por vuestros
interventores que enviarles a la hora de almorzar, entre otros platos
persuasivos, un pastelón de liebre? Y ojo con quien se le confía el encargo de
la confección, pues ya sabéis que los gatos sustituyen bastante bien al veloz
cuadrúpedo objeto de la receta en cuestión, y pudiera suceder que a las doce os
dieran gato por liebre y que a las cuatro volviesen a repetiros el plato. En
este caso se os podría indigestar y ocasiona-ros lamentables consecuencias. La
carta dice así:
«Distinguido amigo Picadillo:
Perdóneme usted si me meto encamisa de once
varas, y aunque usted dirige su receta a la señorita Electra, me permito darle
una recetita de pastel de liebre sumamente barata y tan rica como la suya.
Su precio no sube de 3'50. Ya ve usted que
pueden tomarlo los huéspedes de doña Casilda Gómez y aun la persona de más fino
paladar.
»Media liebre córtese en trozos, partida por
las juntas, y dórese en grasa de cerdo.
»Aparte, en un mortero, macháquese el hígado
de la liebre; perejil, tres cebollas, una cabeza de ajos y una corteza de pan,
todo esto muy dorado), y hágase pasta; agréguensele tres cdas de buen aceite y
tres de vinagre; incorpórese a la liebre y déjese cocer una hora a fuego lento.
Preparado este gusto, aparte, en una sartén,
se dora una libra de hígado de cerdo, cortado muy menudo, y se pica con la
media luna, haciendo lo mismo con la liebre, que ha de estar ya limpia de todos
sus huesos.
Incorpórese la salsa del guisado, dos puñados
de nueces monda-das y picadas, pimienta y un poco canela.
»Introdúzcase este suculento picadillo dentro
de un magnífico pastel de hojaldre que ha de estar preparado de antemano, y
téngase unos minutos en el horno para servirlo así caliente.
» Suya afectísima,
ELECTRO-TERAPIA ».
Todo está bien; pero eso de los catorce reales
no lo vayáis a creer; es una dorada utopía.
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