Cácese un conejo, aunque sea sin la previa
licencia; quítesele el gabán de pieles y los aditamentos intestinales, y una
vez desnudo cuélguese en un clavo hasta la mañana siguiente.
A la hora de encender el fuego descuélguese el
cadáver y frótese el interior con una cabecita de ajos y unos polvitos de sal,
asando luego la mano por el exterior y verificando igual fricción.
Sí es capricho puede empezarse la untura por
fuera.
Es muy conveniente también, y no lo tomará a
mal el animalito, que se le coloque en contacto directo con el cuerpo, una
ligera capa de grasa.
En estas condiciones el «interfecto»,
envuélvasele con un pliego de papel de barba, y si es de oficio téngase cuidado
de inutilizar el sello, porque está prohibido su uso.
Después llega la difícil operación de espetar
el animal en el sentido de su longitud, para lo cual es conveniente utilizar
los caminos ya hechos para no causar destrozos, o sea desde la boca hasta todo
lo contrario.
Donde no haya asador puede utilizarse el palo de
limpiar los tubos o el rabo de la escoba chica, pongo por caso.
Debajo del espeto se colocan unas brasitas, y
se va haciendo asar poco a poco, dando vueltas al animalito, cantando un número
de música cualquiera para hacerse la ilusión de que se toca un piano de
manubrio.
Cuando está a medio pasar se le separa el
papel y se deja el cuerpo al descubierto para que las brasas le hagan tomar un
color dorado y apetitoso, sin olvidarse del indispensable manubrio.
Y colorín
colorado,
a comer
conejo asado.
Nota.- Cuando se trate de un gato,
hay que cortarle el rabo para evitar que se conozca el fraude.
Aves y caza - 03 .048
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