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miércoles, 19 de septiembre de 2012

Huevos elegantes


Se coge una re­banada de pan de tres dedos de grueso, que no sea del día, se cortan cuadrados como para hacer emparedados, quitándoles la corteza. Con una copa de regular tamaño se hace una marca y se ahueca hasta la mitad de la profundidad del grueso del pedazo. En una sartén grande, ca­paz para contener a lo menos cuatro rebanadas, se pone en cantidad bastante manteca de cerdo o aceite, según el gusto de cada persona. Sobre fuego vivo, cuando esté a punto de freír el lí­quido de la sartén, con mucha ligereza se echan las rebanadas de pan con la parte vaciada hacia arriba, y en cada hueco se echa un huevo sin pérdida de tiempó; con una cuchara se va echan­do la manteca por encima del huevo. Es fácil de comprender el efecto: clara y yema de hue­vo contenidas en el alvéolo del pan se fríen allí dentro, al par que se convierten las rebana­das en picatostes muy doraditos. Se sirven muy calientes en fuente redonda cubierta con una servilleta.

20. Huevos

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