Unas buenas tajadas de bacalao, ya limpias sin
pellejo ni espinas, se cortan del tamaño de un dedo de gordas
Se ponen en un lebrillo con agua fria, un
diente de ajo espachurrao, una ramilla de perejil y unos cascos de cebolla
Al romper a hervir se sacan, se enjugan con un
paño blanco y se dejan en leche durante un buen rato
Después se rebozan en huevo batido y harina
A freir en una sartén honda con abundante
aceite bien caliente.
NOTA: Típicos en alguna tasca
madrileña Su color, de ahí su nombre, recuerda la chaquetilla amarilla de
aquellos Húsares de Pavia.
Fuente:
Alfredo Juderías
Pescados y mariscos - 21. - 031
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