Para este plato necesitamos hojaldre, y
ante tal situación tenemos dos opciones: o ponernos manos a la masa y empezar a
prepararlo nosotros mismos o bajar rápidamente a la confitería más próxima,
donde nos aprovisionaremos de la cantidad pertinente. Para los que elijan la
primera opción paso a explicarles la manera de preparar esta masa.
Vamos allá: en primer lugar necesitaremos harina, un par de yemas de huevo, un
peñizquito de sal y medio vaso de agua: ya reunido todo esto pasaremos a
formar con ello una nasao, utilizando como principal y único utensilio nuestras
manos.
Una vez formada la masa, la extenderemos
ayudándonos de un rodillo, y así la dejaremos reposar cubierta con un trapo
seco durante media hora.
Pasado este tiempo procederemos a
añadirle la manteca, y para ello espolvorearemos la masa con harina y la
extenderemos a golpes de mano.
Ya extendida, colocaremos en el centro la
manteca, a la que previamente le hemos dado una forma cuadrada, y doblaremos
los cuatro sobrantes de la masa sobre ésta con el fin de que la cubra bien. Así
dispuesta, le pasaremos el rodillo por encima con cuidado que no se salga la
manteca. Seguiremos repitiendo esta operación, con el fin de que quede bien
distribuide, y hasta que consigamos adelgazar la pasta.
Tras lo cual la dejaremos reposar por un
corto espacio de tiempo, dándole tres vueltas más y dejándola reposar plegada
durante un cuarto de hora cada dos vueltas. Ya en la última vuelta, le daremos
la forma definitiva y terminamos con otras seis vueltas más, dejándola reposar
durante un cuarto de hora antes de que vayamos a utilizarla.
Finalizada esta operación -y si no nos
hemos mareado con tantas vueltas- nos dedicaremos a formar un almíbar que ha de
estar a punta de hebra, y lo conseguiremos utiílizardo azúcar y un poquito de
agua. Mezclaremos éste con almendras molidas y yemas de huevo.
Con el hojaldre forraremos unos moldes de
magdalenas, que rellenaremos con la pasta resultante de la mezcla anterior.
Hecho esto, los meteremos en el horno a fin de que se hagan. Una vez cocidos
se desmoldan y quedan ya, por fin, preparados para comer.
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