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lunes, 1 de septiembre de 2014

Foie gras .050

Nota explicativa.- El verdadero foie gras es el hígado de oca cebada al objeto.
Hoy por hoy en España escasea el hígado fresco; por tanto, tenemos que contentarnos con los hígados conservados al natural o los de terrina.
Los conservados al natural requieren ser guisados; en cambio, los de terri­na (los hay también en lata) son los llamados trufados y se comen tal cual.
Los hígados al natural se cocinan como los frescos, salvo la primera ebullición, que no precisan.
Los hígados procedentes de Estrasburgo son los más estimados y los que se utilizan para la confección de terrinas, al aspic, etc.
Los de Austria no son tan selectos, aunque algunos cocineros los prefieren para platos calientes.

Manera de preparar un hígado fresco de oca.- Por regla general, un her­moso hígado fresco de oca suele pesar de 700 a 900 g (esto, los menos); su color ha de ser de un amarillo crema, de grano apretado y consistente, no cediendo a la presión del dedo (siendo blando se desbarataría al cocer, ponién­dose en puré).
Se manipulará con precaución para no rasgar la vesícula biliar, y si la bilis se ha corrido se despojará de toda parte manchada, pues esto comunicaría sabor amargo al faje gras.
Los hígados se tienen remojando en agua fresca, renovándola con frecuencia, y cada vez que se cambia el agua se han de sacar de la vasija para hacerlo, volviéndolos a poner en la vasija cuando ésta con­tenga la nueva agua fresca, pues si se escurriera el agua y se pusiera al chorro de la fuente, ésta, al caer con presión, podría estropear el hígado (se tienen en remojo por espacio de doce horas y se secan perfectamente con lienzos finos, cuidando mucho de no estrujarlos).
El buen foie gras ha de ser duro y de un blanco ligeramente sonrosado; los de color gris son de calidad inferior.
Algunos desaprensivos ponen los hígados de oca a remojar en agua de cal coloreada con carmín para darles el aspecto de hígados de primera cali­dad, pero bien pronto se advierte el fraude al cocerlos.
El hígado fresco, después de lavado, se limpia de venas y nervios, se sa­zona con sal y pimienta blanca y se rocia con dos copas de coñac, dejándolo en maceración un par de horas.
Terminado este tiempo se pone a cocer con grasa de oca o con manteca de cerdo en una terrina especial de forma ovalada o redonda, adicionándole medio decilitro de vino blanco; bien tapado, se cuece durante 50 o 60’ a fuego muy moderado (apenas debe asomar el hervor).
Luego se deja enfriar y se guisa como lo indique la receta.

Observacion sobre los hígados conservados al natural.- El foie gras al natural viene en lata soldada, requiriendo un guiso o condimento complemen­tario; se adquiere en las buenas tiendas de ultramarinos.
Hoy por hoy, y aun siempre, soy de opinión de darles la preferencia sobre los hígados frescos, pues en ellos no hay engaño: son tan buenos como el mejor hígado fresco, y como los que vienen así preparados son los seleccionados, hay ventaja (los de clase inferior los aprovechan para los purés de foie gras económicos), abreviando tiempo y trabajo.
El hígado al natural equivale a un hígado fresco ya cocido; uno y otro se cocinan exactamente igual.

Aves y caza - 03 .050

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